La
autoestima es el amor que sentimos por nosotros mismos, ésta se forma en la
niñez con la confianza, respeto y apoyo que recibimos de nuestros padres y de
la gente que nos rodea.
En
los primeros años de vida los niños toman muy en cuenta las opiniones de
quienes son importantes para ellos como sus padres, y se comportan de acuerdo
con lo que ellos aceptan o rechazan de sus conductas.
La
autoestima es el resultado de repetidas valoraciones o juicios que hacemos
acerca de nuestras habilidades, carácter, aspecto físico, facilidad para
relacionarnos con los demás, manera de hablar, de comer, etcétera. Si los
padres u otros familiares que convivimos con el niño, reconocemos y estimulamos
sus capacidades y logros, el nivel de autoestima del pequeño se elevará; por el
contrario si le exigimos más allá de sus posibilidades según la edad, no
toleramos equivocaciones o errores, tenemos poca paciencia ante su curiosidad y
somos muy estrictos o poco interesados en los avances del niño, su autoestima
tenderá a disminuir.
Si
los niños tienen confianza en sí mismos son capaces de aprender e investigar lo
desconocido; para ello necesitan saber y sentir que pueden contar con el apoyo
de quienes los rodean.
Una
familia amorosa, tolerante y respetuosa que toma en cuenta a los pequeños y les
guía para que aprendan de la experiencia, ofrece mayores posibilidades para que
ellos desarrollen sus capacidades y eleven su autoestima.
Los primeros años de vida de un niño son
definitivos en la formación de su personalidad; es en estos años cuando se
construye su seguridad, sin embargo, casi siempre nos preocupamos sólo de sus
necesidades físicas y materiales: que coman, duerman o estén bien tapados, y no
de sus necesidades afectivas, de lo que el niño quiere y siente.
Es
importante que los padres hablen con sus hijos y que hagan caso de lo que a los
niños les gusta, de esta manera ellos se sienten valiosos porque son tomados en
cuenta.
Además
del amor y el aprecio de sus padres, el niño necesita confianza y libertad para
ser independiente
Los padres deben respetar la individualidad
del niño, dejarlos ser y darles la libertad de que ellos aprendan por su propia
cuenta, pues un niño desarrollará sus capacidades, aprenderá a tomar sus
propias decisiones y será una persona constructiva, decidida y segura si sus
padres, desde pequeño, le permiten darse cuenta que él es capaz de hacer
diferentes cosas
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